Hay veces que una debería hacer caso a su instinto. En julio saqué con antelación el billete para ir a la inauguración de la colectiva de Sevilla pasando por Madrid. Unas semanas mas tarde sentí que no era buena idea quedarme 2 días en Madrid y compré otro para pasar un día en Granada con la ilusión de visitar
La noche madrileña fue antológica, me robaron el bolso en el café mas tranquilo de Chueca. Increíble después de las veladas delirantes masbedianas y tumultuosas en las que en este ultimo año me lo podían haber robado 40 veces, abandonado en cualquier rincón mientras charlaba o bailaba en locales abarrotados del mismísimo Chueca. Hasta había visto la cara del ladrón.
Como todo el mundo sabe un bolso femenino es todo un mundo, el mío en particular un universo tecnológico: cámara de video, cámara de fotos, mp3, móvil, mas lo normal de un bolso: cartera, documentación, tarjetas de crédito, llaves….no sigo! Lo que mas me dolía era mi cámara, que se había convertido en una especie de prótesis de mi mano, artificiera del “making of” de nuestras vidas.
Seguramente el echo de vivir actualmente momentos duros, infinitamente mas graves que un robo, ha influido en mi reacción, tras las llamadas para anular las tarjetas, me he dicho que no pensaba acabar de joderme la noche en horas interminables en comisaría, que iría por la mañana con la lista completa elaborada con la cabeza despejada. Así que dije a Antonio y Manuel “no hay nada que hacer, no hablemos mas del tema” y nos fuimos a tomar otra. Dos horas después del incidente y unas cervecillas mas, delante del coche para irnos a dormir, Antonio propuso que nos tomáramos la ultima y entramos en otro local en la calle Colon.
Allí andábamos haciendo barra cuando veo al que me robo unas horas antes entrando en el bar, con el bolso de mi cámara en bandolera, intentando venderla. En unos segundos se armo el gran pollo, Antonio saltándole encima arrebatándole la cámara, el tipo chillando como si le robaran a él, yo explicando al encargado atónito lo que pasaba… Intentamos retenerle mientras llegaba la policía pero se nos escapo pese a los intentos de Manuel de seguirlo por
Eso había que celebrarlo y acabamos la noche en una discoteca de alterne, donde pasé las últimas horas de esa movidita noche madrileña, charlando con Cecilia una puta venezolana con un corazón tan grande como su cuerpo.
Granada, cámara en mano, un día después, fue un bálsamo maravilloso (gracias Marisiña y Flan!!!)